miércoles, 18 de noviembre de 2015

Equilibrio

El ser humano, como animal gregario, difícilmente encontrará sosiego en la soledad. Desde los tiempos en que nuestros primeros cuentos se originan, comenzamos a tejer el sentimiento de pertenencia, el concepto de comunidad.

Los primeros asentamientos derivaron en una comprensión probablemente errónea de la naturaleza que nos rodea: al comenzar a domarla, creímos poseerla. La propiedad privada, además de cruentas guerras, requirió de una forma de orden, dando origen a estructuras primitivas de gobierno.

Conscientes de nuestras limitadas capacidades productivas ante un universo de bienes aparentemente infinitos y curiosos por lo que otras civilizaciones admiraban, el espacio que el trueque compuso en nuestro imaginario dio pie a los mercados.

Estas tres fuerzas, comunidad, Estado y mercado, condicionan nuestra existencia y, quizás aún más grave, nuestra comprensión de la misma.

Nuestras vidas representan un esfuerzo constante e inconsciente por alcanzar una situación de equilibrio: ya sea en términos biológicos, donde nuestro organismo regula permanentemente todos sus niveles; ya sea psicológica o sociológicamente, a través de una incesante búsqueda de felicidad o bienestar.


Es justamente ese equilibrio entre el sentimiento de pertenencia a una comunidad y el respeto del individuo; entre el reconocimiento del otro como un igual y la búsqueda de libertad; entre el placer de un intercambio beneficioso y la conciencia del abuso; es justamente en ese punto, decíamos, donde quizás podamos encontrar esa paz equilibrada que nos permite disfrutar de la felicidad, que no es euforia, y  abrazar la pena, que no es depresión.