miércoles, 29 de agosto de 2007

El contador contado

De pronto se detine en medio de la calle. La calle, sin embargo, prosigue su ritmo veriginoso. Cientos de personas le pasan por un lado, por el otro, por encima, como si fuera una roca que resiste las embestidas de la corriente de agua en un río. Ambas manos escondidas en los bolsillos, el mentón clavado en el cuello de la gabardina, la mirada fija en el piso, las gafas algo empañadas, protegidas por un elegante sombrero de color verde. La certidumbre lo ha atravesado fulminante: necesita sentarse a escribir, necesita un poco de fantasía, de ficción, descansar un poco de su triste realidad.

Una lámpara vieja que emite un destello vago, tembloroso, penosamente llega a iluminar unas hojas que esperan, desordenadas sobre una antingua mesa, el momento en el que las torpes manos de este nuevo escritor las violen. El primer garabato dice "De pronto", y ahí se detiene. Comienzan las dudas. Él no es escritor, nunca lo ha sido. ¿O tal vez sí? No sabe cómo empezar; ¿debería crear primero los personajes? ¿darles vida? ¿comprenderlos? ¿debería tener la historia pensada antes de comenzar a escribir? ¿debería dejar que ésta surgiera sola?

Comienza a imaginar la vida del personaje que está creando. Se trata de un ser atormentado, sombrío, gris. Por algún motivo, está descontento con su vida. Se siente demasiado dueño de ella, o quizás todo lo contrario, como un invitado forzado a participar. Le vuelven las dudas. Intuye algo familiar en su protagonista de ficción. Lo ha disfrazado, de tal forma que la apariencia física los distinga, pero a medida que profundiza le viene una frase de Borges a la memoria, "nuestras nadas, poco difieren". ¿Qué ocupación le había dado a su personaje? ¿Contable? ¿Administrativo? ¿Un trabajo pesado y rutinario como el suyo propio? Su personaje se revela contra él, se frena en seco, se niega a la mediocridad de una vida insignificante. Quiere ser un creador, un artista, quiere ser autor de un cuento. ¿Quién está escribiendo a quién? ¿Cómo empezaba su relato? ¿"De pronto"?

lunes, 27 de agosto de 2007

Relatos de Santiago

Caminando llegué a los pies del Cerro Santa Lucía. Me detuve en el primer descanso; una fuente en torno a la cual había varios banquitos protegidos por la sombra de altos árboles frondosos y acariciada por un fresco viento que saludaba incesante, me invitó a acompañarla mientras me susurraba con el cálido e infinito fluir de sus aguas los secretos que alberga el tiempo que en este lugar tan inexplicable se detiene y prosigue y casi se evapora.

Seguí subiendo por ese hermoso camino que creía no haber visto nunca antes y de pronto, al tiempo que me acercaba al mirador, perdí la noción de la realidad. Había estado con anterioridad en ese lugar, o lo había soñado, o al menos, hacía relativamente poco había visitado algún paraje muy similar. La imagen chocó en mi mente y creí recordar haberme encontrado ahí cinco años atrás, pero el lapso de tiempo en mi mente era ínfimo, como si se tratara de tres días.

Por algún motivo mi memoria había conservado en perfecto estado ese recuerdo, pero absolutamente oculto. Poco a poco lo fui asimilando y pude apoyarme en la barandilla y observar, relajado, la ciudad de Santiago que se extendía desordenada ante mí.


domingo, 26 de agosto de 2007

Glaciar Perito Moreno

La vista desde la ventanilla del autobús resultaba tan hermosa que no podía más que observar asombrado y cerrar los ojos con la esperanza de que aquello quedara por siempre grabado en mi memoria. Al fin había llegado al Calafate, tras muchos años, quizás siglos. Aún no estaba frente al glaciar pero la llanura verde que se extendía a los pies de la carretera avanzaba hacia tierra seca, donde se mezclaba con una laguna del color de la corteza de los árboles y chocaba bruscamente con el agua color turquesa del lago que nos venía acompañando desde el comienzo del viaje. Una pequeña isla, en primera plana, era la avanzadilla que advertía sobre la llegada de los Andes.

sábado, 25 de agosto de 2007

Biblia vs. Corán

Ahora mismo no tengo la referencia de dónde saqué esto, pero es una web impresionante.

Biblia vs Corán

LITERATURA PÍA

Obras fundamentales para la formación del espíritu.

Comentamos uno de los mayores bodrios de la historia de la literatura, El Corán, en contraposición con una de las creaciones más exquisitas: La Santa Biblia

Título:La Santa Biblia

Autor: Varios

Categoría: Teología/Ficción

Siglo: I-II

Comentario:

Como habrá podido comprobar, somos una pandilla de eurocentristas recalcitrantes, pero no se equivoque con nosotros: todos los que colaboramos en esta página hemos podido disfrutar durante años (y todavía seguimos haciéndolo) con las Sagradas Escrituras; sin embargo, los que hemos tenido la desgracia de leer El Corán (el que firma esta página, por ejemplo) no podemos decir lo mismo.

La Santa Biblia es un libro que tiene dos partes, fundamentalmente.

El Antiguo Testamento abarca desde la creación mítica del mundo por parte de un señor que se hace llamar Yaveh hasta la caída del Pueblo Elegido (el pueblo de Israel) bajo la égida del Imperio Romano. Todos aquellos que se hayan molestado en seguir todos los avatares del pueblo de Israel desde un extremo al otro convendrán conmigo en que son enormemente divertidos e interesantes. El Antiguo Testamento ofrece acción, romanticismo, picardías sexuales, costumbrismo e incluso cierto mensaje moral. El estilo de la obra es ciertamente disperso, algo lógico si tenemos en cuenta que los personajes abarcan una tipología muy variada y pertenecen a varios planos existenciales, amén de extenderse la historia a lo largo de un periodo prolongado de tiempo.

Algún día inauguraremos en esta página una sección de Teología en la que podamos explayarnos más a gusto, pero no quisiera dejar pasar esta oportunidad para comentar algunos de los pasajes más destacados:

  • La destrucción de Sodoma y Gomorra: algunos jerifaltes del PP estarán preocupados por haber apoyado la Ley de Parejas de Hecho, viendo como se las gasta el Creador con según qué cosas.
  • El sitio de Jerusalén por las tropas de Senaquerib, general filisteo (los filisteos son los "malos" principales del Antiguo Testamento): cuando la situación parecía desesperada para el Pueblo Elegido, Yaveh se apiada de ellos y envía a la caballería: en una sola noche, 100.000 filisteos son apiolados por la espada vengadora de los ángeles del Señor (esto sí que son daños colaterales).
  • La paciencia del Santo Job: a Job Dios le gastó todo tipo de putadas, desde convertirlo en un cornudo hasta arruinarlo una y otra vez, pese a lo cual Job siguió impávido en su fe hacia el Señor, con lo que fue recompensado en la otra vida (suponemos, porque en esta no le pasaron más que desgracias). Algunos malintencionados aducen que Job era un poco cortito, pero nosotros creemos que en verdad era Santo.
  • La sabiduría del Rey Salomón: Salomón vivió en pecado con varias mujeres, adoró a dioses "extranjeros" como Baal, se gastó toda la pasta de su reino en su famoso templo y, en general, sometió a su pueblo a toda clase de injusticias. Pero todo ello palidece frente a su famosa "solución salomónica", a saber, amenazar con partir a un crío por la mitad para dilucidar quién era su madre (gracias a Salomón, todos nos sentimos más inteligentes).

Podríamos seguir por mucho tiempo, pero estos ejemplos están aquí para decir bien a las claras dos cosas:

  1. El Pueblo Elegido estaba compuesta de una panda de desagradecidos y volubles individuos, que cada dos por tres metían a Yaveh en el baúl de los recuerdos.
  2. Por su parte, Yaveh le echaba un par de huevos.

El Nuevo Testamento, por su parte, hace decaer en el lector el interés por la trama, no en su parte central, La Vida de Jesucristo (¿tenía hermanos o no? ¿por qué escogió al sinvergüenza de Judas? ¿quién pagó la Última cena? ¿qué pinta la "Virgen" María en todo esto? ¿de dónde sacaba esas parábolas tan majas?) que tiene su encanto pese a ofrecérsenos cuatro versiones distintas, sino en la parte final, las "cartas" de los Apóstoles (¿pero cómo podían predicar estos tíos si se pasaban la vida escribiendo?), bastante aburrida, algo lógico si tenemos en cuenta que aquí ya entró totalmente a saco la Iglesia en sí (salvaríamos de la quema, sin embargo, el Libro del Apocalipsis, que tiene su gracia y ocupa a muchas personas en la actualidad para dar una interpretación fidedigna del texto)

En resumen: un libro altamente recomendable, en líneas generales, en el que se puede observar una clara evolución en su personaje principal, Yaveh, que pasa de inmisericorde justiciero a entrañable abuelete. Millones de personas no pueden equivocarse: léalo, se divertirá (si no quiere comprarlo, pase una noche en cualquier hotel americano o inglés y accederá a una copia gratuita del texto, si bien se trata de una versión actualizada).

(Hasta hace muy poco tiempo, la asignatura de Religión era obligatoria no sólo en los colegios privados como en el que yo estudié -confieso que he pecado-, sino también en la educación pública sostenida por los gobiernos del PSOE. Las quejas sobre la asignatura de Religión eran continuadas, algo lógico si tenemos en cuenta que la educación era sobre conceptos como "la castidad cristiana" y similares, dirigidos a un público que por muchos motivos era muy poco receptivo. Nosotros creemos que sustituir la asignatura de Religión por Historia Sagrada, sin dogmas ni intervención del Vaticano, o aún mejor, Historia de la Iglesia, sería mucho más útil para formar ciudadanos de pro).

Título: El Corán

Autor: Varios

Categoría: Teología/Poesía/Ficción

Siglo: VII

Comentario.

El Corán es un libro dividido en 256 capítulos (si no me equivoco) en el que se cuentan distintos hechos de interés protagonizados por un personaje de múltiples caras (el Único, el Todopoderoso, el Misericordioso, en una palabra, Él o Alá), trufados con diversas cláusulas de contenido moral. El autor oficial del texto es Mahoma, profeta árabe del siglo VII, si bien parece ser que a Mahoma le dictó el texto el propio protagonista del Corán, a saber: el Único, el Todopoderoso, el Misericordioso, en una palabra, Él o Alá.

Sinceramente, esta obra nos parece un plagio lamentable e incompleto de la obra anterior: prácticamente se cuentan las mismas cosas, pero además el autor se deja en el tintero lo más interesante de la Biblia para sustituirlo por dogmas éticos ambiguos e incluso contradictorios.

Por otro lado, el estilo ágil y ameno de la Biblia es sustituido por un lenguaje pobre, monocorde y repetitivo que en ningún momento logra interesar al lector en el meollo de la trama. Esto puede tener la explicación de que Mahoma copió todo lo que le decían en una hoja de palmera (el Corán tiene más de 500 páginas; o Mahoma tenía la letra muy pequeña, o la hoja en cuestión era la leche de grande; al fin y al cabo, no hay nada imposible para el Único, el Todopoderoso, el Misericordioso, en una palabra, Él o Alá), así que quizás se equivocó posteriormente al transcribirlo a un soporte más digno y repitió una y otra vez la misma cosa.

La cultura árabiga, tan rica e interesante en otras épocas, está ahora en plena decadencia: el pueblo musulmán basa toda su sociedad en un solo libro, El Corán, en el que al parecer está todo. Cuando, hace unos años, hablaba con dos marroquís y les decía que su cultura me parecía muy poco interesante, me respondían que eso era mera propaganda occidental y que leyera el Corán: así entendería su cultura.

Pues bien, leí el Corán y ahora entiendo su cultura: leer el Corán fue bueno en un aspecto: me permitió comprobar que todo lo que yo pensaba de los países musulmanes era totalmente cierto, lo cual contribuyó a subir mi ego. Por lo demás, me aburrí bastante, porque tuve la sensación de que estaba leyendo cosas ya leídas anteriormente, no sólo porque plagiase la Biblia, sino porque el Único, el Todopoderoso, el Misericordioso, en una palabra, Él o Alá repetía una y otra vez lo mismo (y se lo aseguro, lo que repetía no era interesante).

Pese a todo, lean el Corán, amigos. Léanlo y dejen atrás para siempre sus problemas de insomnio (ahora entiendo porqué todos los ayatolás musulmanes van vestidos así: el turbante de almohada y los amplios ropajes para poder acostarse en cualquier sitio).

viernes, 24 de agosto de 2007

CUENTO DE(SDE) SAN PETERSBURGO

“Un poeta no es una persona que escribe bonito, un poeta es una persona que ve el mundo, lo que tú y yo vemos, de un modo diferente.” Esta frase resonaba en su interior, lo asfixiaba, siempre notaba esa falta en sus relatos.

De pronto, un día, el destino lo condujo a sus ojos, a su poeta. De un modo misterioso, se vio a sí mismo viajando por el mundo junto a las lentes que nunca tuvo; se vio viajando junto a aquella persona que se maravillaba por todo cuanto veía y no sabía expresar.

Surgió una unión inexplicable entre ambos, una unión en la que no mediaba palabra. Se sentaban el uno junto al otro; el “ciego” agachaba la cabeza, prendía la luz en su mundo de fantasía y con unos folios y un bolígrafo entre sus manos, “escuchaba”. El otro, espalda con espalda, sentía que sus ojos por fin no sólo observaban, relataban. Surgió una complicidad por la cual ambos viajeros eran la misma persona y sentían de igual manera.

Esta vez el destino los llevó a Rusia, a San Petersburgo, a Petrogrado, a Leningrado, y de vuelta a San Petersburgo. Ya no viajaban más en el espacio; viajaban en el tiempo. Observaban a los habitantes de San Petersburgo y percibían de sus almas atormentadas los horrores de las guerras.

La ciudad gris la poblaban seres grises, con trajes grises y vidas grises, con caras grisas; todo se veía sombrío y triste. La suciedad era solamente mugre, polvo gris. Se podía leer en los ojos de aquellos ciudadanos mientras bajaban atropelladamente por las interminables escaleras del metro, que en sus vidas pasadas, tanto ellos como sus antepasados y sus hijos, formaron parte con sus propios cuerpos quemados, del muro de contención que detendría a Napoleón. En el mundo de fantasía del “ciego” un cartel iluminaba la fecha de 1812. Estos cuerpos exhaustos veían cómo se perdían sus cosechas. Las tropas de “le petit general”, sobre tierra estéril, avanzaban. La señal de Mikhail Kutuzov les ordenaba que había que detener a los franceses, se encontraban en Borondino, a 130 kilómetros del simbólico corazón de su amada Rusia. Napoleón entró en una desértica Moscú. Estas pobres almas que vagaban hoy cabizbajas por San Petersburgo, quemaron un día su propia capital; llegaba el invierno y las tropas francesas, faltas de provisiones, se dieron a la retirada bajo las órdenes de su General.

Siglos antes, -y la imagen se transmitía de los ojos del “manco” al mundo fantástico del “ciego”, donde el cartel decía 1240 y la vestimenta de los habitantes se transformaba-, estos mismos hombres formaron parte de la armada que expulsó a los suecos; un líder, Alexander, un lugar, el Neva, una batalla. Alexander se convirtió en héroe, Alexander Nevsky. Estos fatigados espíritus viajaban desorientados por los siglos y se vestían rápidamente como correspondiese; esta vez bajo el mando de Peter el Grande, quien volvería a desterrar a los suecos. La fecha cambiaba de nuevo, 1712. Por fin estos pobres seres pertenecían a algún lugar. Peter creó la ciudad, la nombró capital, nacía San Petersburgo.

Estos mismos fantasmas, trasfigurándose una y otra vez, muriendo y volviendo a renacer en diferentes momentos de la historia, en el mismo lugar, tendrían que introducirse nuevamente en sus armaduras, en sus cuerpos, para volver a fallecer y formar, parte con sus restos, del muro que trataría de detener a los alemanes. Ahora su ciudad se llamaba Leningrado, y dos años y medio estuvieron sufriendo la guerra, después de que Hitler no respetara el pacto realizado con Stalin.

Habían visto ya nacer el comunismo; una imagen en la cabeza del “ciego”, en los ojos del “manco”, Lenin. Una ciudad en su honor, Leningrado. Más tarde quedaría reducido a una plaza y un busto. Stalin lo sucedió. De igual modo que lo vieron nacer, vieron morir al comunismo. Su Leningrado, anteriormente Petrogrado, recuperaba el nombre de San Petersburgo. El “manco” se adelantaba al espacio, y viajaba en el tiempo a Moscú, antes de tomar el tren. Entraba a la Plaza Roja por la Puerta de la Resurrección, y mostraba tristemente al mundo fantástico del “ciego”, como frente al muro del Kremlin, entre la Catedral de Basil y la de Kazan, frente a la bandera rusa, frente al mausoleo de Lenin, una bandera diferente hondeaba otro tipo de insignia, la de Calvin Klein.

De pronto, el “ciego” que escribía esta historia vio, el “manco” se creía capaz de escribir, pero todos los sentidos estaban demasiado activos; se escuchaban gritos, sirenas, bocinas. Se habían descuidado y se hallaban sentados en medio de una calle principal de San Petersburgo, Petrogrado, Leningrado y San Petersburgo de nuevo y la policía, militares, caballería y ciudadanos, todos al mismo y en todos los tiempos...¡¡¡PUM!!! No podían detenerse, los atropellaban, pasaban ruidosos sobre ellos y de nuevo la calma, el silencio.

Dos cuerpos yacían muertos sobre el asfalto, los relojes se detenían, y seguían adelante, el polvo los cubría, la misma ciudad, el mismo tiempo.

--FIN--

jueves, 23 de agosto de 2007

[...]y Corn Island resultó ser...

Llegaba Semana Santa, llegaban las habituales dudas y, por raro que parezca, llegaba el invierno en el hemisferio norte. No se debía al cambio climático, como muchos creerán, sino a que en El Salvador, a la época de lluvias, por mucho que sea verano, le dicen invierno. Nos estábamos despidiendo de la estación seca y había que decidir qué hacer con estas vacaciones que Dios, su hijo, su reencarnación y la constitución nos han regalado.

Acotamos las opciones: Islas Galápago (Ecuador), Tikal (Guatemala), Corn Island (Nicaragua). Varios factores nos hicieron decantarnos por esta última. Llegar al más pequeño de los dos pequeños pedazos de tierra que flotan en la costa Atlántica de Nicaragua es algo que uno nunca se había planteado antes. Aún hoy no tengo certeza de cómo surgió esta idea, probablemente fruto de conversaciones entremezcladas y decisiones fortuitas.

La belleza de Granada, fundada por los conquistadores españoles a orillas del lago Cocibolca, fue un sabroso aperitivo. Nos juntamos varios amigos, discutimos durante algunas horas, paseamos, comimos, nos aclimatamos a base de Toñas, la cerveza nacional, y nos dispusimos a montar en la avioneta que nos llevaría a nuestra isla.

Aterrizamos en Big Corn Island y de ahí nos dirigimos a Little Corn Island, una pequeña luz viva que flota en medio del Océano. Hay quien la considera un pedacito de paraíso tropical, no es para menos: no tiene ni carreteras, ni carros, ni televisión, escasas horas de electricidad, algunos pobladores salidos de cuentos de niños, otros de cuentos de adultos, alguno, de cuentos de terror, mar por todas partes, bosque, playa, delfines, rayas y un largo etc. Este pequeño universo, contenedor de energía, relator de maravillas, nos albergó en un espacio sin tiempo.

Las anécdotas se sucedieron: las partidas de backgammon, los "ronsitos" en la playa, la convivencia con los peces que despertaba un respeto por el cual uno sólo se comía aquéllos que no había visto frente a frente; la ilusión se manifestaba en forma de locura y uno nadaba hasta abrazar el horizonte, o se sumergía hasta que los susurros del fondo del mar se convertían en una advertencia. No conseguí nadar de la aleta de un delfín, ni alterar el comportamiento pacífico de un Pez Manta; las barracudas, que nos amenazaban de reojo, nunca atacaron; los erizos no perforaron nuestras dedos torpes y los corales sólo quisieron deslumbrarnos.

Nos perdimos por el bosque en más de una ocasión; quizás la más destacada sea aquélla en la que nos decidimos a cruzar la isla de un extremo al otro. La indumentaria, como te podrás figurar, era de lo más adecuada: chanclas, toalla al cuello, una camiseta, un traje de baño de estos sueltos que después de caminar un rato te irritan los huevos y, eso sí, una convicción ilimitada en nuestra nueva empresa. No necesitamos tanto tiempo para encontrarnos ante una zona cercada por un alambre de púas que parecía aconsejar un retorno a la ruta habitual. Por supuesto que uno es testarudo y que puede encontrar otro camino, entre el último palo que sostiene el alambre y un hermoso precipicio. El encuentro con el final del camino fue una constante, al igual que las demandas de mis compañeros de fatigas por retornar. Sin embargo, mi convicción y deseo fueron reforzados por el mayor impulsor de cualquier acción en este mundo: La necesidad. El camino original quedaba en el Este, nosotros caminábamos hacia el oeste y, el sol, como todos sabemos, caminaba en esa misma dirección. Las alternativas no eran muchas: introducirse en la oscuridad de un bosque desconocido con el ánimo de encontrar un camino que no podríamos atravesar sin iluminación o apresurarnos hacia el poniente.

Cuando el cielo se tornaba azul oscuro y los peores presagios ensombrecían nuestras esperanzas, nos topamos de frente con una valla infranqueable. Salvo, por una "puertita" consistente en un palo de madera de alambre de púas desplazable. No había otra opción, adelante compañeros. Dimos unos pasos y cada uno de nosotros invadió su miedo con algún razonamiento lógico: "probablemente hayamos entrado en una propiedad privada, mala idea"; "hay cuencos para animales, serán peligrosos", "seguro que aquí hay perros..." Ese último pensamiento fue pronunciado en voz alta. Justo unos segundos antes uno de los fatigados había agarrado un palo largo cuyo extremo se bifurcaba, como si fuera un gran tirachinas, y yo no pude más que decir: "tranquilos, los perros no son como un tigre o un león, avisan antes de atacar..." Guau! El ladrido de un perro mandaba mi teoría a la mierda. Guau! Segundo perro. La situación era algo alarmante: dos perros ladrando frente al extremo bifurcado de un palo alargado que terminaba en un extremo común que lo sujetaban dos manos temblorosas que lo observaban dos ojos desorbitados de una cara aterrada que escondía tras de sí a dos personas paralizadas. Apareció un hombre, los perros se relajaron un poco, su linterna nos indicó el camino, sus palabras no nos tranquilizaron del todo -Los perros no hacen nada, ¿verdad? (preguntamos), La verdad es que sí-, y aparecimos en la zona conocida. Un mapa nos confirmaría después que simplemente habíamos estado dando vueltas en una esquina de una isla diminuta.

Sin embargo, de esa pequeña exploración, de pequeñas bahías, piedras, cuevas y calas vírgenes, pudimos llegar a la más impresionante de las conclusiones: aquella... era...

The Monkey Island!

miércoles, 22 de agosto de 2007

Lo prometido es deuda

¿Cuándo se ha visto un blog con una periodicidad de tres meses? Lo cierto es que llego a sentir hasta vergüenza, pero lo había advertido: desconozco la virtud de la constancia. Voy a tratar de que, en lo sucesivo, las publicaciones tengan una mayor frecuencia. Puede que para ello eche mano de escritos que el polvo ha acompañado más que mi memoria, pero si aún los conservo, por algo será. Lo más probable es que se trate de concesiones que uno se hace a sí mismo, pero también ese aspecto del trato a uno mismo es necesario.

Para ser totalmente sincero, sólo he entrado al blog para probar qué sucede cuando uno lo elimina. Han accedido al blog de una amiga y se lo han eliminado, así que quería jugar a prueba y error con el mío. Pero he visto entonces que alguien me invitaba a que siguiera ocupando un espacio en este cyber-mundo y puede que la idea no sea tan mala después de todo.

Hoy no lo voy a hacer, pero prometo que en los días venideros voy a dedicar algo de mi tiempo a relatar la magia que encierra Tikal en libertad, el sentimiento de felicidad, desorientación y vértigo que uno siente cuando se asoma ante el precipicio del fin del mundo en Tierra del Fuego, los conflictos que uno siente al trabajar en aquello que realmente cree, dentro de un marco pre-establecido que no necesariamente obedece a su criterio, los sentimientos encontrados al formar parte de una de tantas "nuevas familias" en las que el divorcio es la rutina y los hermanos se cuentan por mitades para no llamarlos hermanastros, la dicha que uno siente al compartir unos días con su amigo del alma y la tristeza al llegar la hora de su partid, etc.

En definitiva, así como mis líneas previas anunciaban relatos intermitentes, éstas pregonan cierta apertura al abismo de mi yo más profundo. Me despido con unas líneas que regalé a Chelita, cuyo blog fue eliminado:

¿Cuántas gotas hay en una gota de rocío?
¿Cuántas gotas de rocío en una lágrima?
¿Cuántas lágrimas en una gota de sangre?
¿Cuánta sangre derramada en una guerra?
¿Cuántas personas que lloran en silencio?

Con esta segunda carta de presentación-disculpas me despido. Futuros textos responderán al espacio abierto mediante estas líneas.