viernes, 14 de diciembre de 2007

Desvaríos sobre la Memoria

Hoy me venía a la mente un pensamiento recurrente: ¿por qué la memoria funciona así? No me refería a los recuerdos que escondemos en el inconsciente o a aquéllos que disfrazamos para que nos complazcan a través de un pasado más digno. Siempre me ha llamado la atención por qué uno es capaz de recordar una imagen; el reloj sobre la mesilla de la cama, las llaves bajo la cómoda de la entrada, el perro sobre dos patas suplicando cariño, o de recordar un sonido; la voz de una amante susurrando en tu oído, el viento soplando inclemente, las olas rompiendo en la orilla del mar, la voz de aquella persona que te ha escrito una carta y ahora lees... y no somos capaces de recordar, de reproducir un sentimiento.

En parte tiene sentido, imagínese si hoy pudiera sentir el mismo dolor que me produjo en su día un caramelo recién hecho, hirviendo, que se me derramó en las manos y me las quemó enteras: tendría que ser un recuerdo reprimido a la fuerza ya que, de lo contrario, cada vez que éste hiciera presencia en mi mundo de pseudo-fantasía, yo tendría que tirarme al suelo entre lágrimas. Uno puede recordar que algo le dolió, pero no puede recordar el dolor. Sin embargo, la otra cara de la moneda, que es la que principalmente me ha hecho entender por qué no rememoramos un sentir, es el orgasmo. Hoy lo he visto claro. Si uno pudiera reproducir sus mejores momentos y simplemente con eso llegar a la muerte dulce, y sumamos a este hecho la condición humana por la cual uno adorna sus recuerdos hasta que satisfacen sus deseos de un pasado ideal, tendríamos que la raza humana no se perpetuaría: uno sencillamente se quedaría en casa recordando sonriente.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Pachecadas para adictos

Los que me conocen bien han desarrollado cierta dependencia hacia mis pachecadas. De hecho, los que me conocen bien fueron los creadores de este término. Se refiere a una de esas actuaciones en las que uno va tomando una decisión rídicula tras otra, hasta que obtiene el resultado más improbable de entre los improbables.

Voy a comenzar por la más breve y menos interesante: Carro en venta.

Tengo un coche de la marca Isuzu Rodeo, que ha sido sustituido por una Mitsubishi Montero que acabo de comprar. Por lo tanto, me veo en la necesidad de vender la Rodeo, que ha sido una gran compañera de fatigas en este primer año en El Salvador. Hará cosa de cuatro días que agarré betún blanco para zapatos y le planté en la luna trasera un S/V 78152010 que es como uno vende aquí los carros. Esto lo hice en el aparcamiento de la oficina, con cierta timidez de novato.

Al segundo día, en un cruce, el coche empieza a hacer algo raro, tiembla, parece que no le entraran las marchas, van bajando las revoluciones, se me cala. Es un coche automático, así que lo de calarse me desconcierta un poco. Consigo arrancarlo y llegar a la oficina. Salgo algo sorprendido, voy a trabajar y regreso al cabo de algunas horas, olvidado de la anécdota.

Cuando lo arranco nuevamente, parece no dar grandes problemas. Estoy llegando a la puerta de la salida, me encuentro con Claudia, conversamos unos minutos, nos despedimos y, cuando voy a salir del aparcamiento, temblores, revoluciones bajando, no entran las marchas, se cala. ¿Qué cojones le pasa al puto coche? Ahora que lo voy a vender empieza a fallar y se queda tirado bloqueando la puerta del aparcamiento...

Llamo a don José, mi mecánico, y le cuento mis penas. Él, que me conoce bastante bien, escucha en silencio, con atención y creo que conteniéndose la risa, hasta que, al final de mi discurso me pregunta: ¿Y tiene gasolina el coche?

Pachecada 2. De vuelta a casa después de una noche de fiesta.

Me despierto por la mañana, como a las 6, y veo que mi cuerpo se encuentra maltrecho en el sillón del salón, doblado, incómodo y dolorido. Me levanto como puedo, sin entender qué carajo hago yo en el salón vestido de traje y camisa y me encamino a mi habitación. Cuando comienzo a subir las escaleras, percibo un olor extraño que no sé de dónde viene. Me aproximo a la cocina y veo que la zona de los fuegos y el horno tiene una luz prendida. Ay ay ay. No he volado de milagro. Compruebo que no son los fuegos, sino el horno. Abro la puerta y me encuentro dos pedacitos de carbón. ¿Qué será? Por la forma y las ráfagas que llegan a mi cerebro, intuyo que dos pedacitos de pan con jamón, queso y pimientos carbonizados.

Vuelvo a subir las escaleras, meneando la cabeza en señal de reprobación a mí mismo,cuando empiezo a escuchar un pi pi pi pi pi. ¿Qué coño será eso? En fin, sigo subiendo las escaleras y me meto en la cama. El sonido no deja de molestar y bajo nuevamente, pero claro, cuando yo ando por ahí justo no suena. Resulta que pienso, será el horno, que se ha calentado demasiado, considerando que ha estado 5 horas al máximo de temperatura, y al tiempo que abro la puerta para que se enfríe pienso en la cuenta de la luz que me va a llegar. Estoy saliendo de la cocina y... pi pi pi pi... qué será, me asomo y en el micro parpadea un End end end end... ¿También el micro? Abro la puerta y me encuentro un puré de zanahoria. En ese momento caigo en la cuenta de que la noche anterior había salido, me habían dado las mil, llegué a casa, puse comida a calentar en horno y micro y me dije, en lo que se hace, voy a descansar al sofá...

martes, 4 de diciembre de 2007

De paraísos, amigos y conversaciones singulares


Este que tenemos aquí es mi nuevo amigüito, el Doctor. Además de ser una hermosura y una gran compañía, es un tanto hincha pelotas, pero se lo quiere mucho. Es, en cierta medida, un generador de dependencia, ya que mi tiempo ahora se ve reducido debido a las atenciones que el Doctor requiere y merece.
Compartimos desayunos, almuerzos y cenas que, por si alguno se acuerda, hubo cierto post en el que me preguntaba si no sería eso lo que buscamos en la vida, comer acompañados. Lo cierto es que además, me limita un poco los fines de semana y demás periodos festivos, ya que tengo que ver si alguien se queda con él cuando yo pretendo viajar.

En esas andábamos la semana pasada, cuando una amiga me acompañó a comprar una caseta para el Doctor. No se sabe cómo, terminamos hablando de sexo, de preservativos, del SIDA, de enfermedades, contagios, imprudencias... Y llegamos a una conclusión evidente: no está todo inventando. Es cierto que el preservativo (depende cuál) reduce la sensibilidad, sobre todo para el hombre, cuando hablamos simplemente de penetración. Sin embargo, tampoco la diferencia es para tanto y los riesgos son aceptables. Entonces nos acordamos de unas charlas que tuvimos y de los guantes y demás inventos para permitir relaciones más seguras. Ahora bien, como decíamos, no está todo inventado. Nos paramos a pensar en una mamada (felación para los más políticamente correctos) y yo decía que la verdad es que ahí, con un preservativo, uno no siente nada. A lo que ella me regalo otra de estas grandes comparaciones que uno debe memorizar por siempre: es como si te vas a comer una paleta y no le quitas el envoltorio. Lloramos de la risa.

El caso es que por fin conseguí que me cuidaran al Doctor y fue así que pude conocer Roatan, otro pedazo de tierra que flota libre en el Caribe. Fue un fin de semana fantástico. El domingo, por circunstancias, me tocó pasarlo solo, así que agarré un botecito y me acerqué a la hermosa playa de West Bay. Llevaba conmigo un par de libros, una toalla y protección solar. Era todo cuanto llevaba, ya que siguiendo el mal consejo de un amigo, me cambié de traje de baño y la plata se quedó en el traje que dejé en la habitación. Me tiré en la orilla, acompañado por Carpentier y su fabuloso "Siglo de las Luces" y se me fueron acercando primero unos niños, con su infinita curiosidad y después unos pececillos igualmente sorprendidos por mi presencia. Los niños me preguntaban que si leía la Biblia, a lo que yo respondía que éste era otro libro de aventuras menos ancestral, pero igualmente entretenido. Uno de ellos se sentó a mi par y continuaba mi lectura, otros jugaban o se interrumpían en sus relatos. Un mocoso de un año me hacía todo tipo de preguntas ininteligibles al tiempo que llenaba vasitos de plástico de mar y arena. Él sabía que manejaba varios Caribes en sus manos y los miraba con fascinación de creador.

La sorpresa mayúscula llegó cuando pude notar que alguien me besaba los piececitos bajo el mar y no eran otros que los peces transparentes con rayas amarillas que habían ido adquiriendo confianza en las últimas horas de lectura y alboroto. Sacudí suavemente el pie, sorprendido por su acercamiento y éstos, dejando la timidez para otra ocasión, se dejaban mecer por mis leves empellones. Así fue que en un mismo día, Carpentier, los niños y los peces, un poco olvidados del Doctor, creamos un extraño vínculo que viene flotando desde el Caribe a las costas del Pacífico, donde ahora medito sobre una inusual tarde de domingo.

lunes, 5 de noviembre de 2007

De la mitología al suicidio

Aitor, como todos los niños, era un poeta. Además, llevaba el nombre del primer hombre vasco, casi contemporáneo de Adán, lo cual le confería un aura mitológica. Quizás esa fuera la razón por la que nos fascinaban tanto sus originales respuestas. Éstas, le daban un nuevo sentido a las clásicas preguntas que hacemos. Nadie sabía lo que Aitor querría ser de mayor, pero todos teníamos claro que lo que no quería era ser gente. Sin embargo, de entre sus respuestas, nunca me olvidaría de aquélla: "¿Y ya tienes novia? Sí, se llama Circe, aquí está." Lo fantástico del asunto no era que hubiera inventado una amiga-novia imaginaria, sino a quién había inventado. ¿De donde había sacado ese mocoso ese nombre? Según él, Ulises, al retornar en busca de Penélope a Ítaca, dejó olvidada a Circe en la isla de Ea y así fue que se conocieron.

Casi siempre, al recordar la Odisea, me venía Aitor a la mente, hermano pequeño de Enaut. Esta vez estaba jugando Backgammon con una amiga, hablando de literatura, de novelas de aventuras, del Antiguo Testamento concretamente y, por supuesto, no se sabe cómo, Cíclope vino a la conversación: "Y cuando te pregunten quién te ha dejado ciego, responderás que fue Ulises, hijo de Laertes, y rey de Ítaca". La partida continuó, almorazamos, reimos, discutimos. Pensamos en quiénes éramos, en el misterio de la vida. Hablamos de ser padres, de responsabilidades, de miedos. Callamos las ilusiones y los mutuos recelos y, como no podía ser de otra forma, apareció Nazim Hikmet mencionado: "Hay hombres que conocen mil variedades de hierbas, otros conocen variedades de peces, yo, de separaciones. Hay hombres que saben de memoria el nombre de cada estrella, yo, el de las nostalgias." Era tan suyo este poema, y tan mío al mismo tiempo. Era el resumen de mi vida. Cuando sentía rabia por el hecho de que otra persona me hubiera robado esa parte de mí, me acorbada de Borges, de su clásica dedicatoria a quien leyere: "Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tú el lector de estos ejercicios, y yo su redactor". Por algún motivo, aún desconozco cuál, yo era incapaz de memorizar aquel poema de Hikmet que quería regalar.

Era sábado, aproximadamente las cuatro de la mañana, regresaba de compartir penas y glorias con los amigos y sentía que algo de alimento presente mejoraría mi estado futuro. Institivamente revisé el correo. Tenía unas líneas de un amigo de la infancia que anunciaban una mala noticia. "Llámame" decía y así lo hice. "Se ha suicidado Aitor, el hermano de Enaut". No lo podía creer, se me revolvió el estómago, las lágrimas las logré contener, no así la curiosidad. Al parecer había desaparecido un par de días, lo encontró la policía hospedado en un hotel en el centro de la ciudad, pero él no quería regresar a casa. Enaut se reunió con él en la recepción. ¿Qué habría hecho cuarenta y ocho horas encerrado en un habitación de hotel de una ciudad diminuta? ¿Qué habría estado pensando? En la recepción Aitor parecía suplicar, más que afirmar, que no quería regresar a casa. Era una tonada constante que se interponía a la de su hermano, quien con una melodía idéntica rogana su regreso: "por favor, vuelve, vuelve, vuelve...". Aitor accedió. Subió por su ropa. Enaut se extrañó por la demora, subió a indagar al sexto piso, desde donde su hermano, saltó al vacío.

Desde la distancia, el dolor es distinto. Yo, acostumbrado a las despedidas, conocedor de las diversas formas y colores de las nostalgias, necesitaba ese poema de Hikmet para curar el alma. No había mucho más que pudiera hacer. Nunca se supo el motivo del suicidio, del mismo modo que nuca se supo la razón de la existencia, el fin de la vida. Tecleé "nazim hikmet despedidas" en el monopolio de los buscadores de internet y ahí estaba la autobiografía de mi otro yo. El poema lo precedían unas palabras de la autora del blog, cuya redacción me llamó la atención. Proseguí leyendo. Un anónimo publicaba aquí su despedida: "Creo que nunca dejará de ser bueno el poder dejarlo todo a tiempo, aún cuando el tiempo es otra ilusión de la ilusa existencia. Ciorán -el otro imán de mi brújula- también me lo recuerda, irse implica poder decir adiós. Aún así, es quizá el acto menos egoísta del que tenga conocimiento y experiencia. Uno se pasa la vida dejando ir. Quizás, haya llegado la hora de irse". El corazón se me detuvo: este blog pertenecía a... ¡una tal Circe! ¿Sería la novia imaginaria de Aitor?

------FIN------

pd: Enaut, si algún día encuentras estas líneas, las he escrito con todo el amor. No hay mucho más que decir, ni mucho más que callar.

lunes, 22 de octubre de 2007

después de una breve soledad, se vino el paraíso...

Y es que el mundo es extraño. El estrés me estaba atacando un ojo, que se movía como un autómata, lejos de mi control: la carga de trabajo, el sentimiento de culpa, la soledad, el sentido de la vida... Y de pronto, siguiendo ese trazo irregular que mantiene una coherencia fuera de mi capacidad de comprensión, me encuentro en el paraíso.

Por si no lo saben, el paraíso existe: es un pedazo de tierra que flota libre en el Caribe, compuesto por caracoles marinos. Los beliceños le dicen "Key Cockers", con ese inglés suyo tan particular, sin embargo, la firma reza Caye Caulker. Lo habitan todo tipo de criaturas bajo un sol abrasador que impone un ritmo aún más relajado. Tengo todo el cuerpo lleno de picaduras y
estoy quemado a trazos, pero... no cabe duda, es el paraíso en la tierra.

Vuelvo enamorado de este lugar donde he nadado con peces manta. La impresión es indescriptible. Me planto unas gafas, unas aletas y un tubo y me zambullo en un nuevo universo de magia. Lo primero que me encuentro es un pez raya, enorme, que me mira de lado, después de frente y comienza su ascenso directo hacia mí. No pude más que mover brazos, piernas, aletas, todo, en dirección hacia la manta en un intento por retroceder que hacía que me viera bastante cómico. La fantasía mezclaba momentos de absoluta calma con tensa crispación, cuando los peces manta se multiplicaban por quince, y uno no veía más que colas amenazantes hasta donde la vista le alcanzaba. Finalmente resultaron animales apacibles, cariñosos, que incluso se rozaban con mi pierna, como el clásico gato doméstico que se le aproxima a uno y ronronea. Una barracuda de mi tamaño me tuvo totalmente asustado y ahí no hay broma que valga. Afortunadamente no se aproximó.

Los corales tenían todo tipo de colores y formas, y me quedé paralizado ante ese gran universo que se extendía independiente ante mí. El fondo del mar está poblado de piedras con forma de cerebro humano, mismo color, misma rugosidad. Analizando aquello, tuve la sospecha de que quizás el cerebro no exista y sea una invención construida por mi imaginación cuando vi por primera vez uno de estos corales en mi infancia. La irrealidad de aquel paisaje marino no cesaba, casi acaricio a un pez bebé (otros le llaman pez globo) que flotaba apaciblemente y se me acercaba amoroso, con sus enormes labios y la boquita abierta suplicante. Era la viva imagen de un recién nacido, curioso, cauteloso, asombrado, que emana paz y observa con fascinación. Este pobre compartía su espacio y mi atención, con icnontables peces manta que, aunque habían demostrado sus buenas intenciones, no dejaban de inquietarme. No los podía controlar y tampoco mi miedo, ni las imágenes derivadas de mi intensa imaginación, así que cada vez que veía flotar esas temibles colas por debajo de mí y desaparecían de mi vista, me imaginaba que una de las rayas se sobresaltaba por algún motivo y me atravesaba: mi última imagen sería entonces mi brazo derecho extendido, amigable, tratando de generar confianza en ese bebé que me descubría los secretos de la vida en un universo desconocido.

Estuve flotando entre peces que, por su tamaño, parecían niños de 10 años, de todos las formas y colores, con movimientos más vivos o más pausados, con miradas desconfiadas o amenazantes; me quedé petrificado ante la langosta más grande jamás vista y la maravilla de una concha que parecía albergar una perla en su seno fue el colofón de un inmersión en un mundo de sueños.

Cuando salí del mar y regresé a lo que supuestamente debía ser "la normalidad", seguí admirando este cayo, hogar de la diversidad cultural y la felicidad. Personas de todas las razas conviviendo en perfecta armonía, la paz imperante bajo un sol amigo, niños corriendo, queridos, cuidados, mimados, padres adorables, bares mágicos, bebidas de colores de otras galaxias, tranpolines que te catapultan al fondo del mar, mesas de madera que reinan en piscinas de arena...

He soñado y he vivido. He conocido el paraíso.

lunes, 1 de octubre de 2007

que se llama Soledad

Y algunas veces suelo recostar
mi cabeza en el hombro de la luna
y le hablo de esa amante inoportuna
que se llama soledad.

Es curioso cuando uno se queda parado, mirando a ninguna parte, o se detiene en la lectura de algo relacionado con su trabajo, quizás creyendo que va a reflexionar al respecto y, sin embargo, el subconsciente identifica su espacio y salta al vacío. En medio de la nada, como si el universo fuera de una materia blanca infinita en la que uno es sólo una mancha negra, en el centro, comienza una canción, la que sea, la que corresponda a ese momento: el mensaje de nuestras verdades escondidas.

Yo andaba pensando en el Coltán; por si no lo saben, es un componente importante de los aparatos electrónicos. El 80% de esta materia prima se encuentra en el Congo, donde más de 4 millones de personas han muerto en una guerra que se financia para que podamos comprar teléfonos celulares, Play Station, Computadoras... y sacarle un mayor rendimiento a las ventas. Es terrible. Sobre todo si a uno le fascina la tecnología. ¿Cuál será la alternativa? ¿Dejar de comprar? ¿No ser parte de algo que uno condena desde el fondo de su corazón? ¿Comenzar una campaña para que las empresas tengan que comprometerse a...?

Hoy me hacían una de las mejores comparaciones que he escuchado en mucho tiempo. Me decían... es como si te invitan a una playa nudista y te apuntas. Vas. Y te das cuenta de que tú eres el único payaso que anda desnudo mientras los organizadores de la fiesta están perfectamente vestidos disfrutando del espectáculo. Hablaban de la OMC, y de sus políticas inconsistentes. Los países más proteccionistas del mundo "invitando" al resto de los países a que se hagan liberales...

Andaba en estos pensamientos cuando mi mente comienza a cantar a Sabina:

Y algunas veces suelo recostar
mi cabeza en el hombro de la luna
y le hablo de esa amante inoportuna
que se llama soledad.

Y me doy cuenta de que, efectivamente, estoy solo. Se ha ido Elena, mi compañera de casa, mi amiga, mi gran compañía en este país que cada día quiero más, y de pronto me percato de que todos los días comía con ella y casi todas las noches cenábamos juntos. Este acto social se transforma ahora en un mera necesidad biológica: debo alimentarme. Llegar a una casa vacía, cocinar para una sola persona, ingerir cualquier alimento con unas valores nutritivos mínimos, fregar los platos y regresar a la oficina. ¿Qué es la vida? ¿Quizás eso? ¿Comer en compañía? ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué hago en El Salvador, preocupado por el Coltán de África, comiendo sólo en una casa demasiado grande para una persona?

Hace algún tiempo que llegué a la conlusión, aún no debidamente contrastada, de que el ser humano, todo lo que busca en este mundo es cariño.

¿Será?

martes, 25 de septiembre de 2007

de madres e hijos, de padres e hijas

Hubo un tiempo, un país, un cantautor. Salvador Allende presidía Chile y Víctor Jara cantaba en ton de protesta y de amor. Le cantaba a Amanda que la recuerda, con su pelo mojado, corriendo a la fábrica, donde trabajaba Manuel. Su sonrisa ancha, la lluvia en el pelo, no importaba nada, iba a encontrarse con él. La vida es eterna en cinco minutos, le canta y recuerda el sonido de la sirena. De vuelta al trabajo y ella caminando lo ilumina todo, los cinco minutos la hacen florecer. La recuerda en la calle mojada, corriendo a la fábrica, donde trabajaba Manuel. Iba a encontrarse con él, que partió a la sierra, que nunca hizo daño. Que partió a la sierra, y en cinco minutos quedó destrozado. Suena la sirena, de vuelta al trabajo muchos no volvieron, tampoco Manuel.

La letra transmite el dolor, la música transmite la pena, el conocimiento, genera angustia. Amanda y Manuel eran los padres de Víctor Jara. Víctor, sin ser él consciente, regaló de esta forma el nombre y la conciencia de su padre a miles de hijas en el mundo. El destino o la suerte me regalaron uno de estas estrellas que brillan con fuerza propia, como parte de un ideal superior de igualdad, derecho y amor. Por fin conocí a mi Amanda. La canción alimentaba las ideas de su padre antes de ser padre, y el día de darle un nombre a su creación más valiosa, a la continuidad de su vida, le transfirió el legado de una convicción por un mundo mejor; la llamó Amanda.

Hoy, esta niña de 30 años, de hermosos ojos gris esmeralda, de mirada despierta, de labios pensantes y sonrisa descarada, fuente de vida que emana inspiración, hoy, esta niña, que salió de una canción para crear mil cuentos, sabe que los ideales de su padre se resguardan en su seno, ya que alguien debe preservar una mirada fresca y reivindicativa ante un mundo que llama a la comodidad de las personas que envejecen.

Esta niña, hija del sueño de libertad que tantos persiguen, persigue su propio sueño, mientras otros la persiguen a ella, mitad por admiración, mitad por amor.

lunes, 10 de septiembre de 2007

¿japón?

Era media noche. Las voces se colaban a través de las puertas del McDonalds y resonaban en la plaza de Sol. Sentados en sillas de plástico probablemente fabricadas en algún país en vías de desarrollo por un coste inferior al de las propias vidas de las sub-personas que las crearon, tres amigos se reunión en torno a una mesa de igual material. Los helados que comían, que según dicen tienen más almidón que las propias patatas que vende este gigante transnacional, mantenían callado a uno de ellos.
C: ¿Y qué tal por China, tío?
A: La verdad es que muy bien, tío.
C: ¿Sí? No sé... yo creo que te has aburrido...
A: Qué va, tío, si acaso, me lo he pasado demasiado bien.
C: ¿Sí? ¿Y qué has hecho? ¿Cuál es allí la moneda? ¿El Yen?
A: Qué va, ésa es la moneda de Japón. En China es el Yuan o el Renmimbi. El Renmimbi representa la moneda nacional.
C: ¡Ah! Como aquí Juan Carlos...
A: Algo parecido...
C: ¿Y te has hecho alguna Geisha tío?
A: Qué va, tío, y si me la he hecho, no la he identificado. De todas formas, las Geishas también son de Japón.
C: Joder tío, pues qué mierda, no sé nada de China. China no me gusta.
F, en silencio hasta ese momento, interviene.
F: Ya tío, pero de Japón sabes un huevo. Deberías ir a Japón.

¿De qué sustancia están hechos los sueños?

Anoche vi "La ciencia del sueño", película que con toda tranquilidad se atreve a afirmar que "un buen sueño parte de pensamientos, reminiscencias del día, recuerdos del pasado, palabras bonitas y universales, canciones e imágenes."

¿Será así? No voy a entrar en la diferencia entre vigilia y sueño, no hoy. No voy a hablar de "las ruinas circulares" de Borges, ni de si Chuang Tze era una mariposa o un hombre, ni siquiera me voy a meter en el tema de los viajes astrales.

Sólo me pregunto: ¿Serán los sueños los restos de la vigilia? ¿De verdad están compuestos de nuestros desechos? ¿Se merecen semejante condena?

miércoles, 5 de septiembre de 2007

¿Por qué?


Podría intentar decir tantas cosas con respecto a esto que podría terminar por no decir nada. De modo que, voy a hacer de éste, un espacio para la reflexión.

Hay quien piensa que toda la parafernalia que representa la cooperación internacional no es más que un parásito que capta parte de los recursos que de otro modo irían directamente a las arcas de los políticos corruptos de los países en desarrollo. Incluso se puede llegar a leer que la cooperación internacional conduce a “sacarle dinero a los pobres de los países ricos para dárselo a los ricos de los países pobres”, en palabras del reconocido economista P. T. Bauer. Hay blogs interesantes que explican por qué los países pobres son pobres y por qué los países ricos son ricos, otros que explican cómo la riqueza provoca pobreza en el mundo, los hay que exacerbados claman los beneficios de la globalización y los que la tachan de condena...

¿Sirve de algo tratar de mejorar la situación de los seres humanos o por el contrario está en la naturaleza humana el egoísmo? Nietzsche hablaba de la supremacía del más fuerte y condenaba toda esta artificialidad que el ser humano ha creado. ¿Estaría en lo cierto? ¿Tiene sentido tratar de incidir en cambios estructurales, o sería más eficiente luchar por las pequeñas causas que tenemos al alcance? ¿Por qué India dona recursos a necesitados en otros países teniendo 800 millones de pobres en su propio país? ¿Por qué llamamos a un concurso de la tele para enviar dinero a Guinea cuando le negamos nuestra ayuda a quien nos cruzamos en la calle? La religión habla de culpa y de perdón, ¿será su influencia la culpa-ble?

Parece que nos dedicáramos a arrasar todo un jardín y después plantáramos un árbol para compensar. Es como si Paul Tibbets (piloto que lanzó sobre Iroshima la bomba atómica y que por cierto declara que lo volvería a hacer) ayudara a continuación a cruzar a una viejita por un paso de peatones. ¿Será que creemos que la naturaleza es capaz de compensar toda nuestra destrucción? ¿De completar el margen que el ser humano deja a su paso?

El otro día leí: la tierra en que vivimos, no la heredamos de nuestros padres, la tomamos prestada de nuestros hijos.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Libertad


Hace ya algunas semanas que Fran vino a visitar esta curiosa isla que a alguien se le ocurrió anexar al continente. A pesar de que digan lo contrario, uno no tiene más que recorrer este país para darse cuenta de que flota libre en el Pacífico. Quizás por eso lo llamen el Valle de las Hamacas, porque el océano lo mece, en ocasiones con violencia.
El legado de Fran comprende un profundo sentimiento de nostalgia, inenarrables momentos de alegría, anécdotas que se irán entrometiendo entre líneas y algunas fotografías de gran calidad. La que precede a este texto, fue tomada un día cualquiera, un día tan importante como todos, el que en su momento fuera el primer día, el único día de mi vida. Todos lo son. Fui partícipe del momento en el que esa fotografía era tomada. La vi más tarde en el visor de su cámara, en el explorador minimizada y también ampliada. Cada vez que mi pupila invierte esa imagen, mi cerebro se alerta por el horror de una prisión. ¿Quién podría vivir en esa situación de semi-esclavitud? ¿Qué lugar, qué estilo de vida, puede compensar tener que encerrarse en esas condiciones? ¿Cómo puede uno sentirse libre tras ese muro, bajo esos alambres, bajo esa telaraña eléctrica? Después me doy cuenta de que ésa, es mi casa; de que ésa, es mi vida. Y yo la elegí.

miércoles, 29 de agosto de 2007

El contador contado

De pronto se detine en medio de la calle. La calle, sin embargo, prosigue su ritmo veriginoso. Cientos de personas le pasan por un lado, por el otro, por encima, como si fuera una roca que resiste las embestidas de la corriente de agua en un río. Ambas manos escondidas en los bolsillos, el mentón clavado en el cuello de la gabardina, la mirada fija en el piso, las gafas algo empañadas, protegidas por un elegante sombrero de color verde. La certidumbre lo ha atravesado fulminante: necesita sentarse a escribir, necesita un poco de fantasía, de ficción, descansar un poco de su triste realidad.

Una lámpara vieja que emite un destello vago, tembloroso, penosamente llega a iluminar unas hojas que esperan, desordenadas sobre una antingua mesa, el momento en el que las torpes manos de este nuevo escritor las violen. El primer garabato dice "De pronto", y ahí se detiene. Comienzan las dudas. Él no es escritor, nunca lo ha sido. ¿O tal vez sí? No sabe cómo empezar; ¿debería crear primero los personajes? ¿darles vida? ¿comprenderlos? ¿debería tener la historia pensada antes de comenzar a escribir? ¿debería dejar que ésta surgiera sola?

Comienza a imaginar la vida del personaje que está creando. Se trata de un ser atormentado, sombrío, gris. Por algún motivo, está descontento con su vida. Se siente demasiado dueño de ella, o quizás todo lo contrario, como un invitado forzado a participar. Le vuelven las dudas. Intuye algo familiar en su protagonista de ficción. Lo ha disfrazado, de tal forma que la apariencia física los distinga, pero a medida que profundiza le viene una frase de Borges a la memoria, "nuestras nadas, poco difieren". ¿Qué ocupación le había dado a su personaje? ¿Contable? ¿Administrativo? ¿Un trabajo pesado y rutinario como el suyo propio? Su personaje se revela contra él, se frena en seco, se niega a la mediocridad de una vida insignificante. Quiere ser un creador, un artista, quiere ser autor de un cuento. ¿Quién está escribiendo a quién? ¿Cómo empezaba su relato? ¿"De pronto"?

lunes, 27 de agosto de 2007

Relatos de Santiago

Caminando llegué a los pies del Cerro Santa Lucía. Me detuve en el primer descanso; una fuente en torno a la cual había varios banquitos protegidos por la sombra de altos árboles frondosos y acariciada por un fresco viento que saludaba incesante, me invitó a acompañarla mientras me susurraba con el cálido e infinito fluir de sus aguas los secretos que alberga el tiempo que en este lugar tan inexplicable se detiene y prosigue y casi se evapora.

Seguí subiendo por ese hermoso camino que creía no haber visto nunca antes y de pronto, al tiempo que me acercaba al mirador, perdí la noción de la realidad. Había estado con anterioridad en ese lugar, o lo había soñado, o al menos, hacía relativamente poco había visitado algún paraje muy similar. La imagen chocó en mi mente y creí recordar haberme encontrado ahí cinco años atrás, pero el lapso de tiempo en mi mente era ínfimo, como si se tratara de tres días.

Por algún motivo mi memoria había conservado en perfecto estado ese recuerdo, pero absolutamente oculto. Poco a poco lo fui asimilando y pude apoyarme en la barandilla y observar, relajado, la ciudad de Santiago que se extendía desordenada ante mí.


domingo, 26 de agosto de 2007

Glaciar Perito Moreno

La vista desde la ventanilla del autobús resultaba tan hermosa que no podía más que observar asombrado y cerrar los ojos con la esperanza de que aquello quedara por siempre grabado en mi memoria. Al fin había llegado al Calafate, tras muchos años, quizás siglos. Aún no estaba frente al glaciar pero la llanura verde que se extendía a los pies de la carretera avanzaba hacia tierra seca, donde se mezclaba con una laguna del color de la corteza de los árboles y chocaba bruscamente con el agua color turquesa del lago que nos venía acompañando desde el comienzo del viaje. Una pequeña isla, en primera plana, era la avanzadilla que advertía sobre la llegada de los Andes.

sábado, 25 de agosto de 2007

Biblia vs. Corán

Ahora mismo no tengo la referencia de dónde saqué esto, pero es una web impresionante.

Biblia vs Corán

LITERATURA PÍA

Obras fundamentales para la formación del espíritu.

Comentamos uno de los mayores bodrios de la historia de la literatura, El Corán, en contraposición con una de las creaciones más exquisitas: La Santa Biblia

Título:La Santa Biblia

Autor: Varios

Categoría: Teología/Ficción

Siglo: I-II

Comentario:

Como habrá podido comprobar, somos una pandilla de eurocentristas recalcitrantes, pero no se equivoque con nosotros: todos los que colaboramos en esta página hemos podido disfrutar durante años (y todavía seguimos haciéndolo) con las Sagradas Escrituras; sin embargo, los que hemos tenido la desgracia de leer El Corán (el que firma esta página, por ejemplo) no podemos decir lo mismo.

La Santa Biblia es un libro que tiene dos partes, fundamentalmente.

El Antiguo Testamento abarca desde la creación mítica del mundo por parte de un señor que se hace llamar Yaveh hasta la caída del Pueblo Elegido (el pueblo de Israel) bajo la égida del Imperio Romano. Todos aquellos que se hayan molestado en seguir todos los avatares del pueblo de Israel desde un extremo al otro convendrán conmigo en que son enormemente divertidos e interesantes. El Antiguo Testamento ofrece acción, romanticismo, picardías sexuales, costumbrismo e incluso cierto mensaje moral. El estilo de la obra es ciertamente disperso, algo lógico si tenemos en cuenta que los personajes abarcan una tipología muy variada y pertenecen a varios planos existenciales, amén de extenderse la historia a lo largo de un periodo prolongado de tiempo.

Algún día inauguraremos en esta página una sección de Teología en la que podamos explayarnos más a gusto, pero no quisiera dejar pasar esta oportunidad para comentar algunos de los pasajes más destacados:

  • La destrucción de Sodoma y Gomorra: algunos jerifaltes del PP estarán preocupados por haber apoyado la Ley de Parejas de Hecho, viendo como se las gasta el Creador con según qué cosas.
  • El sitio de Jerusalén por las tropas de Senaquerib, general filisteo (los filisteos son los "malos" principales del Antiguo Testamento): cuando la situación parecía desesperada para el Pueblo Elegido, Yaveh se apiada de ellos y envía a la caballería: en una sola noche, 100.000 filisteos son apiolados por la espada vengadora de los ángeles del Señor (esto sí que son daños colaterales).
  • La paciencia del Santo Job: a Job Dios le gastó todo tipo de putadas, desde convertirlo en un cornudo hasta arruinarlo una y otra vez, pese a lo cual Job siguió impávido en su fe hacia el Señor, con lo que fue recompensado en la otra vida (suponemos, porque en esta no le pasaron más que desgracias). Algunos malintencionados aducen que Job era un poco cortito, pero nosotros creemos que en verdad era Santo.
  • La sabiduría del Rey Salomón: Salomón vivió en pecado con varias mujeres, adoró a dioses "extranjeros" como Baal, se gastó toda la pasta de su reino en su famoso templo y, en general, sometió a su pueblo a toda clase de injusticias. Pero todo ello palidece frente a su famosa "solución salomónica", a saber, amenazar con partir a un crío por la mitad para dilucidar quién era su madre (gracias a Salomón, todos nos sentimos más inteligentes).

Podríamos seguir por mucho tiempo, pero estos ejemplos están aquí para decir bien a las claras dos cosas:

  1. El Pueblo Elegido estaba compuesta de una panda de desagradecidos y volubles individuos, que cada dos por tres metían a Yaveh en el baúl de los recuerdos.
  2. Por su parte, Yaveh le echaba un par de huevos.

El Nuevo Testamento, por su parte, hace decaer en el lector el interés por la trama, no en su parte central, La Vida de Jesucristo (¿tenía hermanos o no? ¿por qué escogió al sinvergüenza de Judas? ¿quién pagó la Última cena? ¿qué pinta la "Virgen" María en todo esto? ¿de dónde sacaba esas parábolas tan majas?) que tiene su encanto pese a ofrecérsenos cuatro versiones distintas, sino en la parte final, las "cartas" de los Apóstoles (¿pero cómo podían predicar estos tíos si se pasaban la vida escribiendo?), bastante aburrida, algo lógico si tenemos en cuenta que aquí ya entró totalmente a saco la Iglesia en sí (salvaríamos de la quema, sin embargo, el Libro del Apocalipsis, que tiene su gracia y ocupa a muchas personas en la actualidad para dar una interpretación fidedigna del texto)

En resumen: un libro altamente recomendable, en líneas generales, en el que se puede observar una clara evolución en su personaje principal, Yaveh, que pasa de inmisericorde justiciero a entrañable abuelete. Millones de personas no pueden equivocarse: léalo, se divertirá (si no quiere comprarlo, pase una noche en cualquier hotel americano o inglés y accederá a una copia gratuita del texto, si bien se trata de una versión actualizada).

(Hasta hace muy poco tiempo, la asignatura de Religión era obligatoria no sólo en los colegios privados como en el que yo estudié -confieso que he pecado-, sino también en la educación pública sostenida por los gobiernos del PSOE. Las quejas sobre la asignatura de Religión eran continuadas, algo lógico si tenemos en cuenta que la educación era sobre conceptos como "la castidad cristiana" y similares, dirigidos a un público que por muchos motivos era muy poco receptivo. Nosotros creemos que sustituir la asignatura de Religión por Historia Sagrada, sin dogmas ni intervención del Vaticano, o aún mejor, Historia de la Iglesia, sería mucho más útil para formar ciudadanos de pro).

Título: El Corán

Autor: Varios

Categoría: Teología/Poesía/Ficción

Siglo: VII

Comentario.

El Corán es un libro dividido en 256 capítulos (si no me equivoco) en el que se cuentan distintos hechos de interés protagonizados por un personaje de múltiples caras (el Único, el Todopoderoso, el Misericordioso, en una palabra, Él o Alá), trufados con diversas cláusulas de contenido moral. El autor oficial del texto es Mahoma, profeta árabe del siglo VII, si bien parece ser que a Mahoma le dictó el texto el propio protagonista del Corán, a saber: el Único, el Todopoderoso, el Misericordioso, en una palabra, Él o Alá.

Sinceramente, esta obra nos parece un plagio lamentable e incompleto de la obra anterior: prácticamente se cuentan las mismas cosas, pero además el autor se deja en el tintero lo más interesante de la Biblia para sustituirlo por dogmas éticos ambiguos e incluso contradictorios.

Por otro lado, el estilo ágil y ameno de la Biblia es sustituido por un lenguaje pobre, monocorde y repetitivo que en ningún momento logra interesar al lector en el meollo de la trama. Esto puede tener la explicación de que Mahoma copió todo lo que le decían en una hoja de palmera (el Corán tiene más de 500 páginas; o Mahoma tenía la letra muy pequeña, o la hoja en cuestión era la leche de grande; al fin y al cabo, no hay nada imposible para el Único, el Todopoderoso, el Misericordioso, en una palabra, Él o Alá), así que quizás se equivocó posteriormente al transcribirlo a un soporte más digno y repitió una y otra vez la misma cosa.

La cultura árabiga, tan rica e interesante en otras épocas, está ahora en plena decadencia: el pueblo musulmán basa toda su sociedad en un solo libro, El Corán, en el que al parecer está todo. Cuando, hace unos años, hablaba con dos marroquís y les decía que su cultura me parecía muy poco interesante, me respondían que eso era mera propaganda occidental y que leyera el Corán: así entendería su cultura.

Pues bien, leí el Corán y ahora entiendo su cultura: leer el Corán fue bueno en un aspecto: me permitió comprobar que todo lo que yo pensaba de los países musulmanes era totalmente cierto, lo cual contribuyó a subir mi ego. Por lo demás, me aburrí bastante, porque tuve la sensación de que estaba leyendo cosas ya leídas anteriormente, no sólo porque plagiase la Biblia, sino porque el Único, el Todopoderoso, el Misericordioso, en una palabra, Él o Alá repetía una y otra vez lo mismo (y se lo aseguro, lo que repetía no era interesante).

Pese a todo, lean el Corán, amigos. Léanlo y dejen atrás para siempre sus problemas de insomnio (ahora entiendo porqué todos los ayatolás musulmanes van vestidos así: el turbante de almohada y los amplios ropajes para poder acostarse en cualquier sitio).

viernes, 24 de agosto de 2007

CUENTO DE(SDE) SAN PETERSBURGO

“Un poeta no es una persona que escribe bonito, un poeta es una persona que ve el mundo, lo que tú y yo vemos, de un modo diferente.” Esta frase resonaba en su interior, lo asfixiaba, siempre notaba esa falta en sus relatos.

De pronto, un día, el destino lo condujo a sus ojos, a su poeta. De un modo misterioso, se vio a sí mismo viajando por el mundo junto a las lentes que nunca tuvo; se vio viajando junto a aquella persona que se maravillaba por todo cuanto veía y no sabía expresar.

Surgió una unión inexplicable entre ambos, una unión en la que no mediaba palabra. Se sentaban el uno junto al otro; el “ciego” agachaba la cabeza, prendía la luz en su mundo de fantasía y con unos folios y un bolígrafo entre sus manos, “escuchaba”. El otro, espalda con espalda, sentía que sus ojos por fin no sólo observaban, relataban. Surgió una complicidad por la cual ambos viajeros eran la misma persona y sentían de igual manera.

Esta vez el destino los llevó a Rusia, a San Petersburgo, a Petrogrado, a Leningrado, y de vuelta a San Petersburgo. Ya no viajaban más en el espacio; viajaban en el tiempo. Observaban a los habitantes de San Petersburgo y percibían de sus almas atormentadas los horrores de las guerras.

La ciudad gris la poblaban seres grises, con trajes grises y vidas grises, con caras grisas; todo se veía sombrío y triste. La suciedad era solamente mugre, polvo gris. Se podía leer en los ojos de aquellos ciudadanos mientras bajaban atropelladamente por las interminables escaleras del metro, que en sus vidas pasadas, tanto ellos como sus antepasados y sus hijos, formaron parte con sus propios cuerpos quemados, del muro de contención que detendría a Napoleón. En el mundo de fantasía del “ciego” un cartel iluminaba la fecha de 1812. Estos cuerpos exhaustos veían cómo se perdían sus cosechas. Las tropas de “le petit general”, sobre tierra estéril, avanzaban. La señal de Mikhail Kutuzov les ordenaba que había que detener a los franceses, se encontraban en Borondino, a 130 kilómetros del simbólico corazón de su amada Rusia. Napoleón entró en una desértica Moscú. Estas pobres almas que vagaban hoy cabizbajas por San Petersburgo, quemaron un día su propia capital; llegaba el invierno y las tropas francesas, faltas de provisiones, se dieron a la retirada bajo las órdenes de su General.

Siglos antes, -y la imagen se transmitía de los ojos del “manco” al mundo fantástico del “ciego”, donde el cartel decía 1240 y la vestimenta de los habitantes se transformaba-, estos mismos hombres formaron parte de la armada que expulsó a los suecos; un líder, Alexander, un lugar, el Neva, una batalla. Alexander se convirtió en héroe, Alexander Nevsky. Estos fatigados espíritus viajaban desorientados por los siglos y se vestían rápidamente como correspondiese; esta vez bajo el mando de Peter el Grande, quien volvería a desterrar a los suecos. La fecha cambiaba de nuevo, 1712. Por fin estos pobres seres pertenecían a algún lugar. Peter creó la ciudad, la nombró capital, nacía San Petersburgo.

Estos mismos fantasmas, trasfigurándose una y otra vez, muriendo y volviendo a renacer en diferentes momentos de la historia, en el mismo lugar, tendrían que introducirse nuevamente en sus armaduras, en sus cuerpos, para volver a fallecer y formar, parte con sus restos, del muro que trataría de detener a los alemanes. Ahora su ciudad se llamaba Leningrado, y dos años y medio estuvieron sufriendo la guerra, después de que Hitler no respetara el pacto realizado con Stalin.

Habían visto ya nacer el comunismo; una imagen en la cabeza del “ciego”, en los ojos del “manco”, Lenin. Una ciudad en su honor, Leningrado. Más tarde quedaría reducido a una plaza y un busto. Stalin lo sucedió. De igual modo que lo vieron nacer, vieron morir al comunismo. Su Leningrado, anteriormente Petrogrado, recuperaba el nombre de San Petersburgo. El “manco” se adelantaba al espacio, y viajaba en el tiempo a Moscú, antes de tomar el tren. Entraba a la Plaza Roja por la Puerta de la Resurrección, y mostraba tristemente al mundo fantástico del “ciego”, como frente al muro del Kremlin, entre la Catedral de Basil y la de Kazan, frente a la bandera rusa, frente al mausoleo de Lenin, una bandera diferente hondeaba otro tipo de insignia, la de Calvin Klein.

De pronto, el “ciego” que escribía esta historia vio, el “manco” se creía capaz de escribir, pero todos los sentidos estaban demasiado activos; se escuchaban gritos, sirenas, bocinas. Se habían descuidado y se hallaban sentados en medio de una calle principal de San Petersburgo, Petrogrado, Leningrado y San Petersburgo de nuevo y la policía, militares, caballería y ciudadanos, todos al mismo y en todos los tiempos...¡¡¡PUM!!! No podían detenerse, los atropellaban, pasaban ruidosos sobre ellos y de nuevo la calma, el silencio.

Dos cuerpos yacían muertos sobre el asfalto, los relojes se detenían, y seguían adelante, el polvo los cubría, la misma ciudad, el mismo tiempo.

--FIN--

jueves, 23 de agosto de 2007

[...]y Corn Island resultó ser...

Llegaba Semana Santa, llegaban las habituales dudas y, por raro que parezca, llegaba el invierno en el hemisferio norte. No se debía al cambio climático, como muchos creerán, sino a que en El Salvador, a la época de lluvias, por mucho que sea verano, le dicen invierno. Nos estábamos despidiendo de la estación seca y había que decidir qué hacer con estas vacaciones que Dios, su hijo, su reencarnación y la constitución nos han regalado.

Acotamos las opciones: Islas Galápago (Ecuador), Tikal (Guatemala), Corn Island (Nicaragua). Varios factores nos hicieron decantarnos por esta última. Llegar al más pequeño de los dos pequeños pedazos de tierra que flotan en la costa Atlántica de Nicaragua es algo que uno nunca se había planteado antes. Aún hoy no tengo certeza de cómo surgió esta idea, probablemente fruto de conversaciones entremezcladas y decisiones fortuitas.

La belleza de Granada, fundada por los conquistadores españoles a orillas del lago Cocibolca, fue un sabroso aperitivo. Nos juntamos varios amigos, discutimos durante algunas horas, paseamos, comimos, nos aclimatamos a base de Toñas, la cerveza nacional, y nos dispusimos a montar en la avioneta que nos llevaría a nuestra isla.

Aterrizamos en Big Corn Island y de ahí nos dirigimos a Little Corn Island, una pequeña luz viva que flota en medio del Océano. Hay quien la considera un pedacito de paraíso tropical, no es para menos: no tiene ni carreteras, ni carros, ni televisión, escasas horas de electricidad, algunos pobladores salidos de cuentos de niños, otros de cuentos de adultos, alguno, de cuentos de terror, mar por todas partes, bosque, playa, delfines, rayas y un largo etc. Este pequeño universo, contenedor de energía, relator de maravillas, nos albergó en un espacio sin tiempo.

Las anécdotas se sucedieron: las partidas de backgammon, los "ronsitos" en la playa, la convivencia con los peces que despertaba un respeto por el cual uno sólo se comía aquéllos que no había visto frente a frente; la ilusión se manifestaba en forma de locura y uno nadaba hasta abrazar el horizonte, o se sumergía hasta que los susurros del fondo del mar se convertían en una advertencia. No conseguí nadar de la aleta de un delfín, ni alterar el comportamiento pacífico de un Pez Manta; las barracudas, que nos amenazaban de reojo, nunca atacaron; los erizos no perforaron nuestras dedos torpes y los corales sólo quisieron deslumbrarnos.

Nos perdimos por el bosque en más de una ocasión; quizás la más destacada sea aquélla en la que nos decidimos a cruzar la isla de un extremo al otro. La indumentaria, como te podrás figurar, era de lo más adecuada: chanclas, toalla al cuello, una camiseta, un traje de baño de estos sueltos que después de caminar un rato te irritan los huevos y, eso sí, una convicción ilimitada en nuestra nueva empresa. No necesitamos tanto tiempo para encontrarnos ante una zona cercada por un alambre de púas que parecía aconsejar un retorno a la ruta habitual. Por supuesto que uno es testarudo y que puede encontrar otro camino, entre el último palo que sostiene el alambre y un hermoso precipicio. El encuentro con el final del camino fue una constante, al igual que las demandas de mis compañeros de fatigas por retornar. Sin embargo, mi convicción y deseo fueron reforzados por el mayor impulsor de cualquier acción en este mundo: La necesidad. El camino original quedaba en el Este, nosotros caminábamos hacia el oeste y, el sol, como todos sabemos, caminaba en esa misma dirección. Las alternativas no eran muchas: introducirse en la oscuridad de un bosque desconocido con el ánimo de encontrar un camino que no podríamos atravesar sin iluminación o apresurarnos hacia el poniente.

Cuando el cielo se tornaba azul oscuro y los peores presagios ensombrecían nuestras esperanzas, nos topamos de frente con una valla infranqueable. Salvo, por una "puertita" consistente en un palo de madera de alambre de púas desplazable. No había otra opción, adelante compañeros. Dimos unos pasos y cada uno de nosotros invadió su miedo con algún razonamiento lógico: "probablemente hayamos entrado en una propiedad privada, mala idea"; "hay cuencos para animales, serán peligrosos", "seguro que aquí hay perros..." Ese último pensamiento fue pronunciado en voz alta. Justo unos segundos antes uno de los fatigados había agarrado un palo largo cuyo extremo se bifurcaba, como si fuera un gran tirachinas, y yo no pude más que decir: "tranquilos, los perros no son como un tigre o un león, avisan antes de atacar..." Guau! El ladrido de un perro mandaba mi teoría a la mierda. Guau! Segundo perro. La situación era algo alarmante: dos perros ladrando frente al extremo bifurcado de un palo alargado que terminaba en un extremo común que lo sujetaban dos manos temblorosas que lo observaban dos ojos desorbitados de una cara aterrada que escondía tras de sí a dos personas paralizadas. Apareció un hombre, los perros se relajaron un poco, su linterna nos indicó el camino, sus palabras no nos tranquilizaron del todo -Los perros no hacen nada, ¿verdad? (preguntamos), La verdad es que sí-, y aparecimos en la zona conocida. Un mapa nos confirmaría después que simplemente habíamos estado dando vueltas en una esquina de una isla diminuta.

Sin embargo, de esa pequeña exploración, de pequeñas bahías, piedras, cuevas y calas vírgenes, pudimos llegar a la más impresionante de las conclusiones: aquella... era...

The Monkey Island!

miércoles, 22 de agosto de 2007

Lo prometido es deuda

¿Cuándo se ha visto un blog con una periodicidad de tres meses? Lo cierto es que llego a sentir hasta vergüenza, pero lo había advertido: desconozco la virtud de la constancia. Voy a tratar de que, en lo sucesivo, las publicaciones tengan una mayor frecuencia. Puede que para ello eche mano de escritos que el polvo ha acompañado más que mi memoria, pero si aún los conservo, por algo será. Lo más probable es que se trate de concesiones que uno se hace a sí mismo, pero también ese aspecto del trato a uno mismo es necesario.

Para ser totalmente sincero, sólo he entrado al blog para probar qué sucede cuando uno lo elimina. Han accedido al blog de una amiga y se lo han eliminado, así que quería jugar a prueba y error con el mío. Pero he visto entonces que alguien me invitaba a que siguiera ocupando un espacio en este cyber-mundo y puede que la idea no sea tan mala después de todo.

Hoy no lo voy a hacer, pero prometo que en los días venideros voy a dedicar algo de mi tiempo a relatar la magia que encierra Tikal en libertad, el sentimiento de felicidad, desorientación y vértigo que uno siente cuando se asoma ante el precipicio del fin del mundo en Tierra del Fuego, los conflictos que uno siente al trabajar en aquello que realmente cree, dentro de un marco pre-establecido que no necesariamente obedece a su criterio, los sentimientos encontrados al formar parte de una de tantas "nuevas familias" en las que el divorcio es la rutina y los hermanos se cuentan por mitades para no llamarlos hermanastros, la dicha que uno siente al compartir unos días con su amigo del alma y la tristeza al llegar la hora de su partid, etc.

En definitiva, así como mis líneas previas anunciaban relatos intermitentes, éstas pregonan cierta apertura al abismo de mi yo más profundo. Me despido con unas líneas que regalé a Chelita, cuyo blog fue eliminado:

¿Cuántas gotas hay en una gota de rocío?
¿Cuántas gotas de rocío en una lágrima?
¿Cuántas lágrimas en una gota de sangre?
¿Cuánta sangre derramada en una guerra?
¿Cuántas personas que lloran en silencio?

Con esta segunda carta de presentación-disculpas me despido. Futuros textos responderán al espacio abierto mediante estas líneas.

miércoles, 9 de mayo de 2007

La falta de C O N S T A N C I A como el primero de mis males

Sería fantástico poder decir: "pasen y vean, todos los días una novedad les espera". Pero desde ya adelanto que no va a ser así. La virtud de la constancia, tan implorada por Nietzsche, no me acompaña.

No me comprometo a nada. A lo sumo, a aburrir a algún visitante con escritos quizás demasiado largos para un blog. Me gustaría pensar que no.

Al igual que mi vida, que mi memoria, los textos no van a ir acompasados por el orden cronológico al que parece que nos debiéramos adecuar. El antes y el después no van a tener forma, salvo por el hecho de que en algún momento dado tendrán que ser públicados, no así, haber sido creados.

Cualquier absurdo en estos textos, cualquier sinsentido, se deberá a mi limitación para hacerme entender. Mis más sinceras disculpas.