Tomasa, una humilde mujer salvadoreña que viene los lunes a solucionar el desastre que queda a mi paso por la casa después de cada semana, me contaba ayer una historia sorprendente. Hablaba de la belleza de los españoles, en contraposición a la fealdad de los salvadoreños. Me explicaba que, de no ser por un generoso español que decidió tener descendencia con una mujer salvadoreña, una raza tan fea que más parecía compuesta por simios que personas -según sus propias palabras-, de no ser, como iba diciendo, por la generosidad de este español, cuya semilla se expandió por toda centroamerica, los salvadoreños seguirían siendo horripilantes y estúpidos, no medio feos y medio necios como son ahora.
No supe cómo reaccionar ante tal afirmación; primero me dio por quedarme callado, boquiabierto, dubitativo; una sonrisa modificó mi gesto, una risa posterior acrecentó una reacción que para nada pretendía ser despectiva. Tomasa me observaba tan admirada como la observaba yo a ella. ¿No conocía la historia? Me espetó. No podía responderle, me daba la risa; ella también reía, extrañada: ¿No lo cree? Me preguntó. Yo seguía riendo y ella reía y me interrumpía, alternando ambas preguntas con persistencia y sorpresa: ¿No conocía la historia? jajajaja ¿No la cree? jajajaja ¿No la conocía? jajajaja.
Las risas se fueron deteniendo y yo no sabía bien cómo responder. Decidí narrarle la confusión de los españoles, cómo estos se encontraron con América por equivocación, cómo saquearon, violaron, robaron, mataron, impusieron... ¿Violaron? Me preguntó ella. ¿Violaron a las mujeres? No lo podía creer. Qué historia le habrán enseñado, me preguntaba yo. Tomasa, ustedes ya tenían una religión, una cultura, cuando llegaron los españoles: la cultura maya. ¿En serio? me preguntaría ella. Una religión politeísta, con Dioses que representaban la naturaleza.
Comenzamos a discutir sobre la religión católica, sobre la existencia de un Dios, sobre la aceptación del Destino, sobre el papel de cada uno en la tierra, sobre el concepto del azar y la relación que los vinculaba a los tres. Salió mencionado el Evangelio según Judas, los evangelios Apócrifos, los Canónicos, Abraham y junto a él las tres principales religiones monoteístas, la cronología de las diversas religiones y un sinnúmero de temas relacionados con la imposición de la fé cristiana en el nuevo mundo.
Finalmente, dimos por concluida la conversación, principalmente debido a que yo regresaba tarde a la oficina, eso sí, con muchas más inquietudes de las previsatas: ninguno de los dos podría afirmar o negar la relevancia del destino, decantarse por la causalidad o la casualidad, otorgar o negar el rango de Dios al azar o a la naturaleza, y, sin embargo, con mayor o menor afán (en esto sí soy un convencido) ambos cuestionamos la necesidad de un intermediario y, por tanto, la labor de una institución que se auto-proclama representante de Dios en la tierra.
¿Quién sabe que nos deparará nuestro próximo almuerzo? Si llegamos a convertir el agua en vino, quizás sea el primero de muchos...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Ojalá que realmente les deparen más charlas...en donde Tomasa no se intimide porque usted es chelito....y usted no se vuelva loco por el orden de la Tomasa....sino que logren concluir y que Tomasa aprenda que usted es un chelito igual que el vecino del barrio!!
Publicar un comentario